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El aprendizaje y la práctica de la Osteopatía Bioenergética Celular es, a la vez, el resultado de un estudio científico y una iniciación a un nuevo nivel de conciencia.
El trabajo del osteópata es sentirle el pulso a la vida, el pulso de cada célula, el ritmo particular de cada órgano; el movimiento de las fascias que envuelven, sostienen e interconectan todos los órganos y sistemas de nuestro cuerpo. Es el Sentir… para liberar el fluir de la vida allí donde se ha estancado, apretado o disminuido, con el propósito de devolver la armonía entre todos los tejidos del cuerpo.
Esta forma de recuperar la homeostasis natural del cuerpo fue originalmente desarrollada a fines del siglo XIX por Andrew Taylor Still, médico norteamericano, apasionado investigador de la anatomía humana quien observó la estrecha relación entre el aparato músculo esquelético, el buen funcionamiento de los órganos y su repercusión en el mantenimiento de la salud. Denominó a su práctica médica “Osteopatía” haciendo referencia a la importancia de la estructura ósea. A lo largo del siglo pasado la Ost eopatía se ha difundido ampliamente por todo el mundo.
La Osteopatía Bioenergética Celular, creada a partir de la experiencia práctica e investigaciones de la osteópata española Montserrat Gascón, se distingue de otras escuelas de Osteopatía, principalmente, por reconocer el papel protagónico de los mecanismos de protección del corazón en la salud global de nuestro cuerpo y priorizar su liberación.
En el origen somos un corazón latiendo. Embriológicamente, nuestro corazón es el primer órgano que se forma; nuestro cuerpo se desarrolla a su alrededor. La importancia de este órgano para la vida es indiscutible. Proporcional a esta importancia es el elaborado mecanismo que lo protege; un mecanismo preparado para amortiguar impactos (físicos o emocionales), transmitir señales de alarma y preparar todo nuestro cuerpo para reaccionar y defenderse.
EL PERICARDIO, GUARDIÁN DEL CORAZÓN
El Pericardio es un saco fibro-seroso muy resistente que envuelve y protege al corazón. Posee cierta elasticidad para desplazarse y deformarse para amortiguar cualquier impacto externo que pueda amenazar al corazón. El Pericardio es el enlace entre el alma y el cuerpo; frente a cualquier amenaza externa o interna es el Pericardio quien reacciona permitiendo que el corazón siga bombeando, lo cual es vital para nosotros.
Por sus múltiples inserciones anatómicas y neurofisiológicas, cualquier reacción del Pericardio afecta extensivamente a todo nuestro organismo. El pericardio está íntimamente ligado al diafragma, las pleuras, la tráquea, el esófago, la entrada del estómago, las principales vías arteriales y venosas, el centro frénico (responsable de la respiración), el ganglio estrellado (clave en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo), la base del cráneo, las membranas intracraneales, el Tiroides, el Timo ; posee además numerosos ligamentos que lo unen directamente a la columna vertebral desde el sacro hasta la base del cráneo.
POR NO ESCUCHAR NUESTRO CORAZÓN…
Las consecuencias de la retracción del Pericardio pueden llegar a ser muy importantes. Cuando enfrentamos algún problema el Pericardio nos avisa de mil maneras y si no estamos atentos a las señales o no podemos lidiar con la situación, el Pericardio sigue retrayéndose a riesgo de perder su elasticidad, con lo cual nuestro cuerpo queda en permanente estado de alerta, pudiendo finalmente verse afectado por múltiples “síndromes” o “enfermedades funcionales”.
Un Pericardio en disfunción puede provocar, entre otros, los siguientes trastornos: Cardiovasculares: Arritmias, taquicardias, extrasístoles, tensión arterial descompensada, hipertensión, soplos en el corazón, edema de brazos, parestesias (hormigueos en manos y brazos). Respiratorios: Dispnea, suspiros, dificultad al inspirar, punzadas en el costado en la inspiración, tos seca irritativa, asma. Digestivos: Disfagia, pseudo hernia hiatal, reflujos ácidos, gastritis, esofagitis, sensación de bola en la garganta. Músculo-esqueléticos: Dolor esternal, dolor precordial con irradiación hacia el brazo, dolores intercostales, cervicalgias, dorsalgias. Posturales: Escoliosis, cifo-lordosis, falsa pierna corta. Homonales: Hipertiroidismo, hipotiroidismo, trastornos del crecimiento, trastornos sexuales, etc. Neurológicos: Vértigos, neuralgia facial, convulsiones de tipo epiléptico, otras enfermedades degenerativas del sistema nervioso. Craneales: Migrañas, migrañas oftálmicas, cefaleas, mala oclusión. De comportamiento: Tristeza, depresión, angustia, pesimismo, ansiedad, ganas de morirse, agresividad, ataques de pánico, sensación de cabeza espesa o turbia. De sueño: Sueño ligero o alterado, insomnio, pesadillas. Problemas inmunitarios, linfáticos, visuales, auditivos, hematológicos, etc.
Nuestro cuerpo está maravillosamente preparado para enfrentar todo tipo de agresiones pero cuando nuestro corazón se ve amenazado todo nuestro sistema se ve afectado y nuestra capacidad de defendernos se ve disminuida. Si por Miedo pasamos la mayoría de nuestro tiempo, de nuestros años, de nuestra vida, en estado de alerta, las consecuencias pueden ser fatales.
NUESTRA EVOLUCIÓN COMO SERES HUMANOS
Para comprender la totalidad del ser humano, para poder sanar y evolucionar debemos reconciliarnos con nuestro corazón, con nuestro pulso original. Debemos aprender a escucharlo y comprenderlo. Nuestro corazón es el órgano receptor y catalizador de toda nuestra vida emocional y espiritual, es como una antena de radio con capacidades de percepción insospechadas por la mente (¿quien no tuvo nunca una “corazonada”, un “presentimiento”?). El corazón tiene su propia “lógica”; conociéndola, podemos aprender a cuidarlo y mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida.
Para comprender la lógica del corazón podemos también utilizar la razón pero ha de ser algo más que la razón quien nos oriente en esta comprensión. Es un nuevo desafío para una humanidad que ha colocado la razón en el más alto pedestal: el desafío de reaprender, retomar e integrar la sabiduría de los niños; la sabiduría de la naturaleza; la sabiduría de escuchar los mensajes del cuerpo y la voz de la intuición. Nuestro cuerpo es una gran orquesta que puede afinarse y vibrar a ritmo con nuestro corazón. Cuando esto sucede también podemos, verdaderamente, entrar en sintonía con otra persona y vivir el auténtico Amor, la verdadera comunión con la vida, el verdadero entendimiento que nos ayudará a sanar, crecer y evolucionar como especie… con toda nuestra razón y todo nuestro corazón.
NUESTRO TRABAJO COMO TERAPEUTAS
Montserrat Gascón, creadora y difusora de la Osteopatía Bioenergética Celular nos repite en cada uno de sus cursos: “La terapia no tiene límites, los límites son los del terapeuta”.
Nuestro primer encuentro con el paciente es con su alma, entrando en sintonía con la totalidad del ser que tenemos delante; nuestra primera intención es conectar con el origen espiritual de su dolencia, con la herida existencial que provocó una disfunción en su cuerpo. Seguidamente buscamos en el cuerpo, a través del movimiento sutil de las fascias, la lesión principal, el lugar donde se detiene el libre fluir del movimiento vital. Una vez hallada esta zona, éste órgano, conectamos nuevamente con lo s motivos de esta dolencia y su posible solución; luego acompañamos y liberamos con nuestras manos el movimiento vital. Una vez liberada la lesión principal nos concentramos en la liberación del movimiento del Pericardio: con nuestras manos sentimos donde está retraído, inmovilizado y lo liberamos. En este momento, generalmente, la persona siente un profundo alivio, se aligera la respiración y se produce una inmediata relajación de gran cantidad de tensiones. Finalmente trabajamos cada una de las inserciones principales del Pericardio con la columna vertebral, cráneo, membranas intracraneales, glándulas, etc.
El resultado del tratamiento es realmente muy potente y completo ya que estamos trabajando en varios niveles: físico, emocional, psicológico y espiritual; a través de un protocolo de procedimiento que primero libera tensiones y luego armoniza todo el organismo.